La vicepresidenta anunció su propio histórico renunciamiento y empujó al peronismo a ponerse al frente de la contienda electoral. Reorganización, gobernadores y la épica del encuentro del Grupo de Puebla.

Por Pablo Lapuente*

 

Una semana después de que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner anunciara que no se presentará en las próximas elecciones de 2023 – “No voy a ser candidata a nada, mi nombre no va a estar en ninguna boleta”, había dicho minutos después de que se conociera la sentencia a seis años de prisión y proscripción perpetua en el marco de la causa Vialidad – nadie en su círculo de relaciones políticas descree de esta decisión, aunque aún no pueden ver mucho más allá del metro cuadrado de poder que cada uno ocupa bajo su conducción.

Si bien lo admiten sólo en privado, el histórico renunciamiento de Cristina es un golpe electoral enorme, porque son conscientes que ella es la única dirigente en el oficialismo que concentra una enorme cantidad de respaldo de la ciudadanía y, a la vez, logra unir, aunque no sin tensiones, a los distintos aliados del peronismo y otros espacios del campo nacional y popular en una misma alianza. De ahí que muchos se hayan visto obligados a mover por sí solos, y buscar una salida a futuro que les permita la sobrevida más allá del desatino que, creen, fue haber puesto a Alberto Fernández en el sillón de Rivadavia.

Esa obligación podría ser traducida como un mandato de la historia, por mil razones distintas, que podrían ir desde darle continuidad al proyecto político del 48,2%, hasta hacer aquello que prometieron en la campaña de 2019 y aún no cumplieron, o simplemente presentarse como un freno ante la envalentonada derecha liberal que promete volver más firme el próximo año, con una plataforma de gestión de shock y desguace del Estado, de la que ya dio cuenta Cordón.

Lo cierto es que, por ahora, esa suerte de deber no surgió por iniciativa propia de las bases. De hecho, aquellos que están bajo el liderazgo de la vicepresidenta fueron interpelados por ella misma para ponerse al frente de la conquista del electorado. Así lo hicieron saber después de una cena privada en Ensenada, la misma noche que se conoció la sentencia del Tribunal Oral Federal 2, en la que Cristina estuvo a la cabeza junto a un grupo de funcionarios y funcionarias que se sientan en su mesa chica, entre quienes se encontraban la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, el jefe comunal de Ensenada, Mario Secco, y la presidenta del bloque del oficialismo en el Senado bonaerense, Teresa García, entre unos pocos más.

En base a eso, según pudo saber este medio por parte de un dirigente relevante de La Cámpora, se están organizando para movilizar y despabilar a los militantes del justicialismo, y al electorado peronista que les confió el voto hace tan sólo tres años atrás. La idea es volver a las sociedades de fomento, clubes de barrio, unidades básicas, sindicatos y municipios para debatir la agenda de problemáticas actual, y mostrarse como los únicos garantes para salir de la crisis. Hasta ahí, una estrategia electoral clásica, quizá calcada con la de los comicios anteriores, pero con una consigna novedosa producto de estos últimos tiempos: “Democracia o Mafias”.

El enunciado, por supuesto, es político, y se enmarca en todo lo que sucedió después de que Fernando Sabag Montiel pusiera una pistola Bersa Lusber 84 a centímetros de la cabeza de la vicepresidenta en ejercicio: la radicalización de toda la oposición, no sólo de los denominados halcones del PRO; el móvil y los grupos políticos y económicos que rodearon al joven acusado de intento de magnicidio; y la filtración de las conversaciones entre jueces, fiscales, funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires, y empresarios de medios, que publicó Tiempo Argentino y que dieron cuenta de un operativo para difundir una versión falsa para justificar la participación en un vuelo privado a Bariloche más una estadía en la estancia del okupa inglés Joe Lewis. Eso, y más.

La primera reacción a la sentencia, pero también al renunciamiento, vino del ámbito legislativo. Tanto en el Congreso de la Nación, como en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, coordinaron conferencias de prensa para repudiar la “persecución política” contra Cristina, y advertir que el “sistema democrático está en peligro”. Los encargados de decirlo en el ámbito bonaerense fueron el presidente de la Cámara de Diputados, Federico Otermín; su par del Senado, la vicegobernadora, Verónica Magario; y los presidentes de ambos bloques oficialistas, Teresa García y César Valicenti, escoltados además por representantes de todos los sectores.

“Atacan a Cristina porque no la pueden intimidar, porque no se vende, le pusieron un revólver en la cabeza y tiempo después se paró en el estadio (Diego Armando Maradona, de La Plata) ante más de 70 mil personas”, explicó en la oportunidad Otermín.

“Se logró que la participación de los trabajadores en el salario sea del 50%, algo que no pasaba desde 1974. Eso es lo que les molesta, es una discusión de plata, de quién se la lleva. Buscan estigmatizar a los políticos y ocultar a los que endeudaron al país. Con mafia no va a haber futuro para nadie”, concluyó el legislador lomense que responde al jefe de Gabinete provincial, Martín Insaurralde.

Este lunes, también se reunieron diez gobernadores y una gobernadora, además de la mesa chica de la CGT en la sede del Consejo Federal de Inversiones para poner en marcha una mesa política tendiente a «reordenar al peronismo», luego del cimbronazo que significó la renuncia de Cristina. No faltó nadie, estuvieron Axel Kicillof (Buenos Aires); Ricardo Quintela (La Rioja); Sergio Ziliotto (La Pampa); Sergio Uñac (San Juan); Mariano Arcioni (Chubut); Alicia Kirchner (Santa Cruz); Gildo Insfrán (Formosa); Gerardo Zamora (Santiago del Estero); Raúl Jalil (Catamarca) y Osvaldo Jaldo (Tucumán), mientras que Jorge Capitanich (Chaco) lo hizo mediante Zoom.

Por el movimiento obrero organizado estuvieron dos de sus secretarios generales, Héctor Daer y Carlos Acuña, como también Andrés Rodríguez, Armando Cavalieri, Gerardo Martínez, Jorge Sola y Juan Carlos Schmid.

Hasta ahora sólo están en modo deliberativo y dando mensajes de unidad interna, quizá a la espera de una próxima declaración o bajada de línea de Cristina, sobre todo en su próxima aparición pública, prevista para el lunes 19, después de que se suspendiera este lunes por el aislamiento preventivo de la vice, que dio COVID positivo. Es que, que se haya autoexcluido de una lista, como lo hizo de la candidatura a la presidencia en 2019, no la aparta del tablero de control político del peronismo.

El operativo clamor, y movilización, en torno a ese acto organizado por el Grupo de Puebla en el Centro Cultural Kirchner es cada vez más grande. Ya hay convocatoria a marchar, y cada vez más expectativa sobre lo que pueda decir en el cierre del encuentro, del que también participarán dirigentes de peso como Evo Morales (Bolivia), José Luis Rodríguez Zapatero (España); Ernesto Samper (Colombia); y José ‘Pepe’ Mújica (Uruguay); entre otros.

Para esa fecha, al otro lado de la grieta, Mauricio Macri comenzará su regreso al país, después de haber confeccionado una agenda cargada de presencias en los partidos del Mundial, y distintos encuentros a beneficios y reuniones alrededor de la venta del negocio del fútbol en el mundo. Todo eso sin descuidar la agenda nacional, más ahora que se especula que con el renunciamiento de su principal antagonista, evapore un poco la idea de ir por un segundo tiempo en el poder.


Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.