Hace siete décadas, Banfield y Racing, dos equipos del conurbano, disputaron una mítica final por el campeonato de fútbol que aún es recordada. El documental Evita capitana y la película La señal recrean un tiempo atravesado por una épica irrepetible.
Por Germán Ferrari
La historia se escribió mil veces, desde 1951 hasta nuestros días, y concentra todos los componentes necesarios para atrapar a cualquiera: fútbol, política, poder, lucha entre “grandes” y “chicos”, denuncias de incentivación… El cine no se había atrevido con ese acontecimiento deportivo/político/social que había sido contado en las páginas de diarios, revistas y libros, y que con el tiempo se fue convirtiendo en leyenda.
Los datos duros son conocidos por los futboleros. Banfield y Racing compartieron la primera posición de la tabla del campeonato de fútbol de 1951 con 44 puntos. El reglamento de la época establecía que en caso de igualdad en la primera colocación debían disputarse dos finales en estadio neutral para consagrar al campeón. Atrás habían quedado River Plate (43), Independiente (39) y Lanús (37). (Curiosidad 1: cuatro de los cinco clubes protagonistas son del conurbano.)
Las finales se jugaron el 1 y el 5 de diciembre de aquel año en la cancha de San Lorenzo de Almagro. La primera terminó empatada sin goles y la segunda fue 1 a 0 para el equipo de Avellaneda, con gol de Mario Boyé al minuto del segundo tiempo. El campeón estaba apadrinado por Ramón Cereijo, el ministro de Hacienda del gobierno justicialista. El año anterior había inaugurado su nuevo estadio, bautizado “Presidente Perón”. Por su parte, Banfield había conseguido la simpatía de Evita, por ser el “humilde” que nunca había llegado a esa instancia en un torneo. Racing, con la conquista, se coronó campeón por tercer año consecutivo y Banfield se quedó con el título de “campeón moral”, según la prensa de la época. En “la Nueva Argentina” de Perón y Evita, el “chico” podía enfrentar de igual a igual al “grande”.
Aquellos encuentros definitorios se disputaron en medio de un clima político complejo: el renunciamiento de Evita a la candidatura a la vicepresidencia, un intento de golpe de Estado, las elecciones que le dieron el triunfo a la fórmula Perón-Quijano (con el voto fenmenino), la noticia de la enfermedad de la “abanderada de los humildes”.
(Curiosidad 2: el arquero de La Academia, Antonio Rodríguez, no jugó ninguna de las dos finales. Días antes, en las elecciones del 11 de noviembre, había sido elegido intendente de Vicente López por el peronismo. Su último partido lo había disputado en la fecha anterior a los comicios consagratorios. Dicen que no jugó las finales por pedido de Evita…)
Esta historia apasionante quedó registrada en el documental Evita capitana (2000), de Nicolás Malowicki, que circuló en festivales internacionales (como el BAFICI de 2001) y otras exhibiciones hasta que la televisión pública lo rescató y pudo verse en la pantalla de DEPORTV. En 45 minutos, ex jugadores de Racing (Ezra Sued y Alberto Restelli) y de Banfield (Gustavo Albella y Héctor D’Angelo), políticos peronistas (Antonio Cafiero y Manuel Quindimil), y periodistas (Eduardo Rafael, Rogelio García Lupo y Víctor Raffo) reconstruyen los sucesos a casi medio siglo de ocurridos. En paralelo, una historia de ficción recrea el clima de época en la vida cotidiana en clave peronismo-antiperonismo.
El documental expone las pasiones –futbolísticas y políticas– que se atemperan con el paso del tiempo. La memoria rearma situaciones, circunstancias, que antes quizás fueron acalladas y que la lejanía matiza y aquieta.
Evita capitana, que evoca una canción partidaria de aquellos tiempos, está dedicada a Albella, goleador de Banfield en el torneo y máximo anotador en la historia del club, quien falleció el mismo año de finalizada la película.
“Depende del día”
Poco tiempo después de que Evita capitana comenzara su camino público, el escritor y director de cine Eduardo Mignogna publicó la novela La señal, un policial negro ambientado en la Buenos Aires –Capital y Provincia– de 1951/1952. El protagonista, El Pibe Corvalán, es un detective fanático de Banfield que está obsesionado con la posible venta a Boca Juniors de una de las figuras del subcampeón, el centrojás Eliseo Mouriño. El Gallego fue el jugador de ese equipo de Banfield que llegó más lejos en su trayectoria futbolística: salió campeón con el seleccionado argentino en los Sudamericanos de 1955 y 1959, y con Boca en el torneo de 1954, e integró el plantel que participó del Mundial de Suecia ’58.
La preocupación de Corvalán por la venta de Mouriño recorre la adaptación cinematográfica de la novela que realizó Mignogna, pero que no pudo filmar porque falleció antes del rodaje. El actor Ricardo Darín –que interpretó al Pibe– se hizo cargo de la dirección junto con Martín Hodara. (Curiosidad 3: en los créditos del final se agradece al Club Atlético Banfield y las municipalidades de Avellaneda y San Fernando.)
“Parece que lo venden a Mouriño a Boca”, le comenta Corvalán a su socio, Santana (Diego Peretti), mientras lee la sección deportiva del diario Clarín. En la radio suena “Niebla del Riachuelo”, por la orquesta de Osvaldo Fresedo. En el film no se detalla la ubicación de la oficina de los detectives; sin embargo, en la novela no quedan dudas: un aviso del diario La Voz, de Avellaneda, anuncia que los servicios de investigaciones con “métodos norteamericanos muy competentes” se ofrecen en “Galería Avellaneda, Avda. Mitre 315, entrepiso, oficina Nro. 104”. Y el teléfono que figura tiene características de aquella ciudad. El Riachuelo está cerca…
Corvalán repite el comentario sobre Mouriño a su padre cuando va a visitarlo a un geriátrico. Indiferente, el anciano cambia de tema mientras toca el bandoneón. Y en otra oportunidad, durante un juego de billar con Santana, le pregunta al mozo que los atiende:
-¿No sabe si lo vendieron a Mouriño?
-A mí Mouriño no me da de comer –le lanza el empleado.
Corvalán vive en una casa ubicada en una calle oscura con plátanos en la vereda –la novela precisa la dirección: Manuel Castro al 1000, en Banfield–. Allí siempre lo espera Lobo, su perro. A la vuelta –“por Monteagudo”–, su “amiga” Perla (Andrea Pietra) da clases de piano particulares.
-Nunca quisiste a nadie –le recrimina Perla, desnuda, a su lado, en la cama.
-Te quiero a vos, a Lobo y a Banfield.
-¿En ese orden?
-Depende del día.
“Los sombríos barrios”
El Pibe Corvalán es un “un amargado” –al decir de Perla–, ferviente antiperonista, jugador y tanguero. “Su general”, le dice a Santana para referirse al presidente Perón. Una noche, no le queda otra que ir a buscar a su socio a uno de los puentes que conectan Capital y Provincia en medio de una rogativa por la salud de Evita. En la novela –no en la película–, se detalla que a Santana le gustan el folklore y los boleros, y para establecer más antagonismos es hincha de Lanús.
La caracterización de Corvalán como fanático del Taladro se intensifica en el libro de Mignogna. La historia comienza en diciembre de 1951, pero después de las finales con Racing. En la trama aparece un almanaque con el equipo de Banfield subcampeón colgado en una pared de la casa del Pibe, la gira que el equipo emprende por Centroamérica al finalizar el torneo, las alternativas del campeonato de 1952, en el que el conjunto albiverde sale quinto, ya sin los goles de Albella, que había sido vendido a São Paulo de Brasil.
Más allá de las menciones futbolísticas a Banfield, en la novela abundan las escenas que transcurren en el conurbano sur, que en la película se omiten. Las avenidas Pavón y Mitre, el Puente Pueyrredón, Crucecita, Siete Puentes, La Mosca (el barrio sí es mencionado en el film), el Hospital Fiorito, Sarandí, Quilmes, Wilde, Claypole, Bernal, El Hornero y “los sombríos barrios de Lanús y Remedios de Escalada”.
Pero el dinero y la muerte confluyen en territorio porteño, en Palermo, adentro y afuera del hipódromo. Gloria (Julieta Díaz), la mujer fatal de la película, le ofrece a Corvalán un trabajo misterioso. Y el detective acepta, atrapado por el amor. La trampa ya está activada.
Germán Ferrari es profesor de Periodismo Gráfico y Taller de Periodismo Gráfico en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). Edita el Suplemento Universidad del diario Página/12. Sus últimos libros son Osvaldo Bayer. El rebelde esperanzado (2018), Pablo Rojas Paz va a la cancha. Las crónicas futbolísticas de «El Negro de la Tribuna» (2020) y Raúl González Tuñón periodista (en prensa).
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