Silvia Sisto es licenciada en Psicología y psicoanalista. Como integrante de un equipo de Salud Mental y de una experiencia comunitaria en el Conurbano bonaerense, analiza cómo esta nueva realidad impacta en las chicas y los chicos.  Y deja una propuesta: habilitar la escucha para elaborar el pasaje entre la vieja y la nueva realidad a la que la pandemia nos empujó, sin escalas. 

“El único que parece que anda de acá para allá es el Ratón Pérez, que tuvo que contratar al García para que lo ayude”, le dice una abuela a su nieto para explicarle cómo llegó la plata a su almohada si ella no estaba allí. “¡Por suerte, el Ministerio de Salud habilitó un permiso para él!”.

El relato, que circuló por las redes sociales, muestra cómo, en estos tiempos de pandemia, los cuentos y metáforas -de y en la cultura- pueden ser recursos extraordinarios para que les niñes puedan soportar este imaginario que se impuso al anterior, sin pasaje. A más de cuatro meses de cuarentena, tal vez, no hemos terminado de elaborar ese pasaje que impone nuevos desafíos.

Pero intentaré unas reflexiones sobre les niñes y la pandemia a partir de mi práctica en el Conurbano bonaerense: desde el lado de la escucha, como parte de los equipos de Salud Mental en Atención Primaria en el Municipio de Moreno; y como integrante del trabajo voluntario que, con Propuesta Tatu, una organización fundada en 2005 por un grupo de estudiantes graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba, llevamos adelante en una toma de tierras en Longchamps.

La propuesta, entonces, es que pensemos en les niñes: sin intentar armar un “les” totalizante, hay algunas cuestiones comunes que les y nos atraviesan. Una de ellas es la escuela que, como siempre y por suerte, es el ámbito donde podemos leer cuestiones que van más allá de ella. Sobre todo, en territorios vulnerados de derechos en amplios campos.

Es en la escuela y gracias a la Educación Sexual Integral que muches niñes han logrado hablar afuera de sus casas. Pero ahora -como el trabajo de sus padres, o la falta de ese trabajo- todo está adentro. También hay otros niñes cuyos padres o madres están en trabajos que requieren presencia: como el personal de salud, de educación, de cuidado de personas y otras funciones definidas como “esenciales”. Todas tareas con un alto costo subjetivo, como la de todos aquellos que salen, día a día, tal vez arriesgándose, a buscar el sustento, la dignidad y la vida. Entre tanto, madres o padres en el adentro, sosteniendo la ausencia en esa presencia/ausente.

Pero, además, hay un trabajo en curso: el cambio de imaginario por la vida y la cotidianeidad que tuvimos. Que esto va a pasar es cierto, pero que nada será igual, también. Según se soporte o no ese duelo, será el modo como se sostengan esas ausencias/presencias: de parejas, de familiares, de amigues.

Los vínculos, la clave para sostener la distancia

Los relatos sobre cómo se entra a la casa abren una dimensión nueva. Hay situaciones de humor, de violencia, de terror frente a pequeños descuidos. Miradas persecutorias de quien está en el adentro sobre el modo en que, el que llega, entra a este nuevo mundo de cuatro paredes. Los relatos sobre esos momentos hacen suponer un cierto nivel de ansiedad y miedo, de dificultad en el pasaje entre la antigua y la nueva normalidad que se impuso con el coronavirus.

Mientras tanto, les niñes viven el aislamiento social, en general, con aparente aceptación, pero también con fuertes resistencias que sólo el adentro de la casa conoce: gritos, llantos, mal humor, falta de apetito o de sueño y, sobre todo, cansancio con las tareas escolares que, en muchos casos, requieren ir a buscarlas, porque no tienen Internet o impresora. O el único dispositivo es un celular. Esa complejidad es la que se puede leer desde afuera.

Pensando en cómo activar nuevas estrategias ante esta realidad, en el barrio 14 de febrero – una toma de tierras devenida en barrio en la zona sur del GBA donde trabajamos interdisciplinariamente con Propuesta Tatu-, armamos un grupo de Whatsapp con les niñes y sus madres, al modo de las juegotecas virtuales que se están implementando en muchos espacios de Atención Primaria en Salud en el marco del COVID-19, que impuso el trabajo a distancia. Para mi sorpresa, ante ese reemplazo virtual a los talleres que compartíamos antes de la pandemia, todes responden, ríen, juegan y, así, me di cuenta de que el gran tema es mantener el vínculo más allá de lo que se haga.

En estos casos, al ser niñes, la intermediación es en general con las madres. Lo mismo sucede con la escuela a nivel primario y, más aún, en el primer ciclo. ¿Se tratará, entonces, de alojar a las madres/ padres para que, a su vez, puedan alojar a les niñes?

Todo este relato es para introducir el tema de la escuela, de las tareas, de las famosas rutinas a sostener para que, supuestamente, nos contengan. Así es que escucho madres y padres angustiados por la exigencia de la escuela, de los abuelos que quieren hablar por videollamadas, de la vida exterior que no deja de querer entrar. Y escucho docentes agotados y frustrados porque los alumnos responden de modo lacónico, o no responden, frente a tanto esfuerzo de parte de ellos.

Todo esto sucede justo en el momento más importante de elaboración pulsional: la latencia.

Así que, si me detengo en la escuela, me detengo en ese tiempo de comprender de les niñes.

El pediatra, psiquiatra y psicoanalista inglés Donald Winnicott lo planteaba muy sencillamente: en la latencia, no hay que molestar al niño, sino dejarlo que elabore y acompañar. Y hoy, justamente, tienen que elaborar el encierro, ¿hay tarea más importante que esa? Entonces que jueguen, que dibujen, que se disfracen.

Pensemos: si la escuela presiona a los docentes, ellos a los padres y los padres a los niños, ¿quién paga el costo? Sin dudas, todes. Tratemos de pensar qué función cumple la escuela en el imaginario de cada uno de nosotros. Hay madres y padres atormentados de obediencia y docentes en crisis.

Tal vez, no estamos valorando que sostener al aislamiento social preventivo es un gran aprendizaje para todes…más allá de que sea obligatorio. Les niñes dejaron de ver a sus amiguites y, para muchos, la escuela era un lugar de alojamiento subjetivo frente a muchos dolores de la vida. Si la escuela es solo “tarea”, resulta alienante y enloquecedor. Entonces, que sea también un espacio para elaborar este proceso de pasaje a la nueva realidad.

Habilitar la escucha para encontrar nuevas respuestas

Otro de los temas que está en debate sobre les niñes es que se los deje salir, cómo y cuándo. En esa búsqueda, se han implementado diferentes modos para las salidas en el AMBA -la Ciudad permite las salidas recreativas a 500 metros de sus casas y la Provincia, que puedan acompañar a sus madres y padres cuando hacen las compras-, aunque no estoy tan segura de qué se trata. ¿De qué salida hablamos? Deberíamos confiar en que si estamos ahí y acompañamos, les niñes encontrarán sus propias respuestas; son el futuro y ya muchos están pidiendo hablar y dar ideas.

Y siempre recordar que si no hay adulto con disponibilidad, no habrá niñes contenidos y alojados. Se trata de ver cómo habitamos nuestra casa de este modo, qué nuevos rincones y moradas descubrimos. Me doy cuenta de que yo misma voy ocupando sitios que no ocupaba, descubriendo rincones.

Así, un niño del barrio se va a la casa de su tío que tiene Internet y desde allí me llama. Otro niño muy creativo me escribió desde dentro de su carpita… ¡se había armado su propia nave! ¿Pueden les niñes solos armarse su nave? ¿Su rincón, su tiempo, su dónde elaborar? ¿O estamos haciendo presión y presión para que rindan? ¿Para que lleguen, que terminen, que puedan? Y, entonces, les cargamos la impotencia, porque no pueden y los adultos tampoco. Tal vez, es momento de recuperar en nuestra memoria corporal aquel tiempo y comprender que les niñes son quienes peor la están pasando.

Decía ​Francoise Dolto, una pediatra y psicoanalista francesa especializada en infancia, que el analista de niños es el representante de su palabra frente a la sociedad. Y agrego …sea ésta sus padres, la escuela, o la ciencia.

Así como, en su conferencia sobre la cuarentena de fines de abril, el Presidente, Alberto Fernández, les habló y les pidió que le manden dibujos por redes sociales, lo que me pareció un gesto enorme, sería muy importante que también los escuche, que los escuchemos.

En la radio, dicen que miles de niñes en el mundo se cayeron del sistema educativo, la tarea es entonces recuperarlos. Muchos docentes están encarando un trabajo detallado para contactar con las familias y ver que está sucediendo, qué contextos hay… están armando el vínculo. Así como lxs psicólogxs estamos acompañando equipos, en salud y educación, haciendo contención y escucha, saliendo con el plan DETecTAR o colaborando en las ollas populares que se improvisaron en los barrios para dar respuesta a la creciente demanda alimentaria que se profundizó con la pandemia.

Me ilusiona ver cómo las juventudes e infancias están empujando el futuro. Tal vez, en muchos de los síntomas que manifiestan con la escuela, sólo están protestando por algo. Y salir del síntoma a la protesta ya es un gran giro. Mientras tanto, seguimos elaborando ese pasaje a esta nueva realidad. Todo está en curso, cursando.


Por Silvia Sisto, licenciada en Psicología UBA y psicoanalista. MN 15.668 MP 81.701. La autora también es supervisora clínica en Salud Mental del Municipio de Moreno e integra la red Otro Lugar y el equipo de Salud Mental de Propuesta Tatu.