Mosaico Urgente y La Fosforera llenan las paredes con arte y memoria. Derechos conquistados y pendientes, utilizan sus pinceles y mosaicos “para transformar y mantener encendida la llama de la lucha para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. En esta entrevista para Cordón, cuentan sus inicios, sus objetivos, y qué pasa cuando las paredes y espacios públicos son habitados por nuestras voces.

Por Jésica Rivero*

 

Silvia López, Sofía Gutiérrez y Violeta Astorga López son feministas de cinceles. Los toman para darle forma a su arte, a través del mosaiquismo, pero sobre todo para poner belleza en donde también hay dolores, luchas e injusticias. Ellas tres, conurbanas y vecinas de Almirante Brown, fundaron junto a mujeres unidas desde la virtualidad el Colectivo Mosaico Urgente, un espacio de “Mujeres del Abya Yala” que dejan en las paredes de distintos territorios imágenes que sostienen la memoria de las luchas populares. Desde el arte y el feminismo, MU camina desde hace cinco años las calles del arte público. Reunidas como casi todas las tardes en el Taller – Sede  que tienen en el Centro Comunitario Rafael Calzada, cuentan a Cordón su historia, que se suma a la de  tantas expresiones culturales que visibilizan las luchas de mujeres, lesbianas, travestis y trans en el territorio conurbano. ¿Qué pasa cuando las paredes y espacios públicos son habitados por nuestras voces? La experiencia de estas artistas que tienen como centros principales de trabajo el conurbano bonaerense y la provincia de Córdoba muestra que el arte, como cualquier otra herramienta abordada desde los feminismos, transforma lo que toca. “Todas juntas somos capaces de algo que nos trasciende”, dice Silvia

En el libro “Urbanismo feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida”- realizado por Col.lectiu Punt 6, una cooperativa de arquitectas, sociólogas y urbanistas que trabajan y reflexionan sobre la necesidad de lograr ciudades más inclusivas, cuidadoras y empáticas con las personas que las habita- se plantean una serie de aspectos a tener en cuenta para pensar la vida urbana desde una perspectiva de géneros. Explican que existe un “Urbanismo «para todos» o el del «sentido común»” que responde a intereses particulares (de unos pocos) e invisibiliza la diversidad de experiencias, perpetúa desigualdades estructurales, y se basa en un ciudadano estandarizado y complaciente con el capitalismo. ¿Qué pasa, entonces, cuando los espacios públicos son intervenidos con discursos que se salen de esa norma?

Para Col.lectiu Punt 6 un buen espacio público “fomenta la diversidad de usos y actividades por parte de diferentes sujetos». Para que esto suceda, dicen, los espacios deben cumplir al menos con cinco características, entre las cuales está la de Representatividad. ”En los espacios públicos se transmite el reconocimiento y la visibilidad real y simbólica de toda la comunidad para valorar la memoria (el patrimonio social y cultural) con equidad, y la participación de las personas en las decisiones urbanas. Reconocer la memoria de gentes y colectivos, en especial de las mujeres y personas no blancas o no heteronormativas, mediante la nomenclatura de los espacios públicos, el arte urbano o la iconografía utilizada en la señalización ayuda a cambiar los imaginarios sociales y a construir una ciudad más equitativa”.

Cuando Silvia y sus compañeras cuentan su historia, también están contando la historia de las que pujan por ciudades más inclusivas. Al hablar de memoria feminista, no solo hablamos de recuperar hitos y derechos conquistados sino también de reconstruir la cotidianeidad de mujeres y LGBTIQ+ que deciden dedicar sus días a dejar huellas en las memorias colectivas. Lxs  niñxs que pasan por alguno de sus murales, por ejemplo, podrán saber que existieron muchas más personas importantes en las sociedades que las que se cuentan en los manuales de historia.

Ocupar la calle con arte y belleza es también un derecho.

 

Colectivo Mosaico Urgente. Ante el odio, potencia y amor.

La desaparición de Santiago Maldonado en el año 2017 movilizó fibras siempre presentes en muchxs. Un joven desaparecido, a más de cuarenta años de la última dictadura cívico-militar, fue difícil de sobrellevar. Silvia López tomó azulejos y piedras que había traído del sur argentino para poner en el arte la angustia de muches. Junto a su hija Violeta se preguntaron: ¿Hacemos un retrato juntas de Santiago? Al compartirlo en grupos de mosaiquistas, los ataques las abrumaron pero los mensajes de amor y solidaridad fueron más poderosos. Así nació el Colectivo Mosaico Urgente, una experiencia artística que integran mujeres de todo el país y que en el conurbano tiene a sus fundadoras. Movilizadas, organizadas y con muchos proyectos por delante, la historia de ellas es la historia de muchas: cuando no hay medios que  escuchen, como dijo Rodolfo Walsh, las paredes son la imprenta de los pueblos.

Silvia y Violeta se conocen desde siempre, literalmente. “Le digo Silvia cuando hablamos con otras personas, pero sí. Ella es mi mamá”, cuenta Violeta Astorga López al recuperar los inicios del colectivo que la pone a trabajar codo a codo con Silvia. Esa intimidad le imprime al Colectivo una amorosidad que se replica en sus formas de organizarse. Los proyectos que realizan desde aquel 2017 en que la rabia por la desaparición de Santiago Maldonado las puso a explotar su arte callejero y feminista son una expresión sobre todo colectiva. “Lo que dejamos en la calle nos llena de orgullo”, agrega Silvia.

Mural Santiago Maldonado - Colectivo Mosaico Urgente. (Fotografia: Violeta Astorga López)

Mural Santiago Maldonado – Colectivo Mosaico Urgente. (Fotografía: Violeta Astorga López)

 

Como todas las iniciativas que surgen desde la acción frente a las injusticias, recibieron propuestas y solidaridad desde distintos lugares, y la base para eso fueron las redes sociales. “Nuestro colectivo expresa redes de distinto tipo: algunas somos familia, otras fuimos alumnas de mosaico de otras compañeras, algunas nos conocíamos de un grupo que teníamos en zona sur”. El grupo se llamaba “Americando” y juntaba artistas que a través del mosaiquismo preparaban instalaciones mostrando al continente americano a la inversa. “Como la américa que aparece en el libro Las venas abiertas de América Latina”, recuerda Silvia

En sus inicios, Mosaico Urgente se llamó Mosaiquistas en Acción. Ante los ataques y mensajes de odio que recibió Silvia, se resguardaron en un nuevo grupo de Facebook. El primer proyecto fue un mural pidiendo la aparición de Santiago Maldonado. Ese reclamo, cuentan, las marcó: “Nos dimos cuenta con el paso de los años el peso que tiene retratar a personas muertas o desaparecidas. Cada instalación nos dejaba luego muy agobiadas”. El espacio para sanar y recuperar energías lo encontraron en asambleas y debates, en los que podían también poner en palabras los sentimientos detrás de cada obra y su vínculo con el arte. “Los lazos los pudimos ir armando virtualmente y así nos organizamos inicialmente”, relata Violeta. Aunque la base más territorial del Colectivo está en Rafael Calzada, partido de Almirante Brown, reúne mujeres de todo el país e incluso tienen proyectos en Bolivia, Chile, México y Colombia. Esa grupalidad latinoamericana también las define y se han encargado de dejarlo en claro en su presentación como Colectivo de Mujeres del Abya Yala.

Estas trabajadoras del mosaico feministas, como dejan en claro en diálogo con Cordón, comenzaron su experiencia de arte colectivo conformando un grupo que fue mixto, pero al poco tiempo definieron ser un grupo integrado solo por mujeres y LGBTIQ+. “Como nos pasa en otras instancias de la vida, notamos que en el grupo siempre predominaban las voces y decisiones de los varones. Justificados en su mayor experiencia en el oficio, solían ser quienes tomaban definiciones”. Al decidir romper con ese modo de organizarse, elaboraron una declaración de principios que las cuidara interna y externamente. “Nos dimos cuenta con el paso del tiempo que había más voces presentes en las reuniones y que nos sentíamos realmente a gusto compartiendo el proyectos juntas, algo que antes no sucedía”, marca Silvia.

La declaración de principios es “muy simple”, dicen sus integrantes. Pero en realidad es bastante contundente. El texto declara que están Unidas para ser parte de la lucha en defensa del respeto a la diversidad, del lado de los y las trabajadoras y el Pueblo, por la Memoria y los Derechos Humanos. Para Violeta, expresa fundamentalmente que sus murales son parte de las luchas populares y por eso también es importante dejar en claro “cómo queremos tratar y ser tratadas dentro del colectivo con nuestras compañeras, como aspiramos a relacionarnos y qué cosas queremos decir mediante nuestro trabajo”. Más allá conocer o no la técnica, lo que cada mujer y LGBTIQ+ debe saber para ser parte de esta experiencia es adherir a lo que buscan expresar con su arte y para que lo hacen.

Hace 5 años unieron manos y piezas desde distintos territorios. Al año siguiente de crear su Colectivo, la lucha por el Aborto Legal las puso a trabajar en distintas instalaciones y también en nuevos formatos. “Somos las creadoras del mosaico pancarta”, ríen orgullosas. En sus redes sociales publicaron un modelo libre del puño con pañuelo verde, para que lo repliquen quienes y donde quieran. La respuesta las emocionó. “Llegaron mensajes desde distintos países y nos mandaban fotos con sus murales”. Los puños verdes llegaban desde México, Brasil, Bolivia para sumarse a la marea verde que inundó las calles de Argentina, empujando lo que años después sería un nuevo derecho conquistado. Con la hermandad con Chile conocieron al Colectivo “Mosaico Protesta”, un grupo de mujeres y LGBTIQ+ surgido al calor de la revuelta chilena, con quienes realizaron una acción conjunta instalando un mural en la Universidad Católica en Santiago de Chile. “Fue una logística complicada y mucho trabajo pero ese mural tiene el espíritu de mujeres luchadoras unidas por lo mismo”, continuaron relatando.

Entre tantos vaivenes de ternura, que las llevaron a sumar sus piezas a luchas y dolores colectivos, Violeta recuerda la instalación de MU en la Escuela Normal Antonio Mentruyt (ENAM) de Banfield, en homenaje a Anahí Benítez, víctima de uno de los femicidios que en aquel insoportable 2017 encendió aún más la furia del #NiUnaMenos. Un año después, Silvia, Violeta y todas las integrantes de MU propusieron un mural que la homenajeara. Para ello, eligieron representar la imagen de una pancarta que Anahí había realizado para marchar en una movilización contra la violencia institucional. El mural tiene espejos y quien pasa por ahí, también puede verse.

Mural homenaje a las Madres de Plaza de Mayo en la Escuela Popular Latinoamérica de Burzaco Colectivo Mosaico Urgente. (Fotografia: Violeta Astorga López)

Mural homenaje a las Madres de Plaza de Mayo en la Escuela Popular Latinoamérica de Burzaco Colectivo Mosaico Urgente. (Fotografía: Violeta Astorga López)

 

Hacia adelante, cuentan que quieren seguir trabajando en iniciativas de formación mientras avanzan con su proyecto actual en el que se proponen homenajear a mujeres luchadoras del Abya Yala. “Es la primera vez que retratamos a mujeres vivas. Hasta ahora no lo habíamos hecho y nos dio un respiro frente a todo lo que veníamos haciendo”. El mural lo están realizando en una pared de la Técnica N°3 de Claypole. En él buscan honrar y representar las historias de vida de mujeres mapuches, aymaras, lideresas de Brasil, de Guatemala, Colombia y a madres de la masacre de Ayotzinapa en México. “Es la primera vez que tenemos contacto con las mujeres que retratamos. Hacemos llamadas, les preguntamos cómo quieren estar representadas o haciendo qué en el mural. Les mandamos fotos cuando instalamos sus figuras y nos cuentan lo que siente. Para nosotros es muy hermoso eso”.

 

Fosforeras

La Cuadrilla Transfeminista La Fosforera nació, como suelen hacerlo las luchas populares, en las calles. Carla Petrone es vecina  y artista de Avellaneda, y participó de distintos grupos de arte callejero. Es una de las integrantes de esta Cuadrilla que junto a otras mujeres y LGBTIQ+ se juntaron al calor de la desaparición de Tehuel de la Torre para realizar un mural pidiendo su aparición sobre la transitada Avenida Mitre. La Cuadrilla recupera la memoria de las obreras del fósforo de la Fábrica Sudamericana, que a principios del siglo pasado funcionó en Avellaneda, Barracas, y que se extendió a Paraná. Estas mujeres, luego de generar una de las huelgas más importantes de la zona sur en la que participaron cerca de 1.300 obreras exigiendo mejoras laborales, fueron detenidas y una gran movilización pidió su libertad.

Las Fosforeras Muralistas se definen de trabajadorxs de la cultura e “hijas y nietas de mujeres luchadoras por un mundo más justo e igualitario”. En su presentación cuentan que levantan sus “pinceles para transformar y mantener encendida la llama de la lucha para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”.

El año pasado, en el marco de las tareas de embellecimiento llevadas a cabo por la Municipalidad de Avellaneda, la Cuadrilla presentó un proyecto para representar sobre Avenida Irigoyen (ex Pavón) las luchas e historia de distintas mujeres y LGBTIQ+ que son parte de las raíces del distrito y que sin embargo no suelen ser parte de las narrativas masivas.

“Nuestro objetivo fue desarrollar una línea histórica desde 1960 que reivindicaba la lucha de mujeres representativas para el distrito”, aseguran, y suman: “nos pusimos a estudiar un montón, que es lo más lindo de los murales, y encontramos historias muy importantes”.

Cuadrilla Transfeminista La Fosforera

Cuadrilla Transfeminista La Fosforera

 

Los murales, que se pueden ver recorriendo Pavón desde Piñeyro hacia el Puente Pueyrredón, muestran a mujeres negras, migrantes, bailarinas populares, obreras, travestis y trans. Uno de ellos se inspira en el Archivo de la Memoria Trans y representa las celebraciones de Carnaval. Una bailarina con vestuario colorido, gesto firme y la frase “Salir a la calle y ser nosotras en libertad”.

Para Carla, lo más importante de este proyecto es que reconstruye la identidad local desde una perspectiva de género. “Mostramos luchas de épocas lejanas, como el pedido de horas de descanso o derechos muy  básicos que no existían y que movilizaron a muchísimas mujeres. Esas luchas e historias nos marcan también el presente”.


Jésica Rivero es periodista feminista y estudiante avanzada de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Avellaneda. Integra la Red Par (Periodistas de Argentina por una comunicación no sexista) y trabaja en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, donde desde hace 15 años hace trabajo territorial en articulación entre distintas temáticas: comunicación comunitaria, salud mental y géneros. Fue parte del equipo de asesoras de la Secretaría de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación y colabora en medios como Cosecha Roja, Tiempo Argentino y LatFem.