Las y los vecinos de Ensenada conviven con el carbón de coque que emana la planta Oxbow de la empresa Copetro. Hablamos con Natalia Penda, integrante de la asamblea Vecinos Contaminados de Berisso Ensenada y La Plata contra la contaminación de Copetro, sobre los daños, denuncias y juicios a la planta autorizada por un decreto de la Dictadura en 1979, e ignorada por los gobiernos democráticos.

Por Natalia Arenas*
Fotos: Asamblea de Vecinos Contaminados de Ensenada-Beriso

 

 

El bebedero del perro es amarillo y está apoyado sobre las baldosas blancas y negras del patio de la casa. El agua quieta muestra la evidencia: un hollín negro la cubre casi por completo. Es carbón de coque, el residuo de la destilación del petróleo. O el paco del petróleo, como le dicen los y las vecinas de Ensenada y Berisso.

El carbón de coque es negro, grasoso y tiene olor a combustible. Se utiliza en la industria del aluminio y el acero. En el barrio Campamento, al este del municipio de Ensenada, sale de las chimeneas de la planta Oxbow de la empresa Copetro, la única productora de carbón de coque calcinado del país. Se estaciona en los techos y los patios, en las calles, en las veredas, en los autos, en los bebederos de los perros y gatos, en las piletas, en los árboles. Entra a las casas por las ventanas y los balcones, y en los cuerpos por la nariz y la boca. Se asienta en los pulmones.

El Polo Petroquímico Ensenada Berisso es el tercero más importante del país, después del de Bahía Blanca y el de Campana. Campamento es uno de los barrios lindantes a este Polo. Y es  tan antiguo como el puerto de La Plata: su origen data de 1890 y su nombre se debe a que los obreros que trabajaban en la construcción del Puerto se fueron instalando en esa zona, primero en carpas, y después en casas de chapa.

La planta de Oxbow-Copetro se instaló en el Polo en 1982 de manera ilegal, gracias a un decreto provisorio de 1979, del entonces presidente de facto Jorge Rafael Videla.

 

 

“En un primer momento el barrio tenía acceso al río. Era un barrio muy tradicional, muy lindo de Ensenada, y en el 79, que fue cuando se hace el decreto, se hace un paredón y se impide la bajada al río. Después Prefectura hace un paredón del otro lado, entonces barrio Campamento queda encajonado entre dos paredones. La fisonomía del barrio cambió notablemente”, cuenta Natalia Penda, integrante de la asamblea Vecinos Contaminados de Berisso Ensenada y La Plata contra la contaminación de Copetro.

La Ley de Radicación Industrial establece distintas categorías para las plantas, según el material que manipulen, elaboren y almacenen. Copetro está dentro de la categoría 3. Es decir, está considerada peligrosa porque su funcionamiento constituye “un riesgo para la seguridad, salubridad e higiene de la población u ocasiona daños graves a los bienes y al medio ambiente”.

Esta planta industrial fue autorizada por una dictadura. Pero ninguno de los gobiernos democráticos que le siguieron, en cuatro décadas, repararon en el daño que le genera al medio ambiente y a los vecinos y vecinas. Ningún intendente, tampoco, le negó las habilitaciones municipales correspondientes.

Los vecinos y vecinas de Campamento y de otros barrios del Gran La Plata viven hace más de cuarenta años con el carbón de coque en el cuerpo. Como Natalia, que a pesar de que su casa está ubicada a dos kilómetros y medio de Oxbow-Copetro, en Berisso, padece las consecuencias.

Si bien las partículas en el aire son cosa de todos los días, la intensidad varía con las condiciones climáticas. “En las operaciones de carga y descarga del tren y del barco vuela este material particulado según cómo vaya el viento. Si tenemos viento norte, nos cae todo en Berisso. Si  cambia el viento le va a todo Ensenada”, explica Natalia.  “No podés colgar la ropa, se ensucia el coche, la pileta de lona durante el verano, el fondo siempre con material particulado, el bebedero de los animales. No podés andar descalzo, directamente”.

 

Ni bien la planta empezó a funcionar, los vecinos y vecinas de Campamento se organizaron. Desde esa asamblea se hicieron las primeras denuncias y presentaciones judiciales. En estas cuatro décadas, hubo tres tandas de juicios por daños y perjuicios. En las dos primeras, la Justicia le dio la razón y determinó que Copetro los perjudicó. La tercera, que data de 2007, aún no tuvo resolución. Muchos de los damnificados murieron sin cobrar un peso.

“La Justicia determinó que Copetro perjudicó a los vecinos y pidió el cese de la contaminación y la remediación. Lo cual no se está cumpliendo”, detalla Natalia. Desde la Asamblea de Vecinos Contaminados de Ensenada Berisso -que se formó en 2019- presentaron un recurso de amparo colectivo.

“Hay demasiada corrupción en el medio”. Lxs vecinos no pueden creer cómo, con la evidencia del carbón de coque en la calle, en los techos y hasta en frascos de vidrio que ellxs mismos se encargan de rellenar, las causas judiciales no prosperan. “Es un mecanismo, un engranaje que está sumamente aceitado. Porque nosotros denunciamos, mostramos por imágenes cuál es nuestra realidad y el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) nos dice que Copetro funciona bajo las normas y parámetros establecidos”, explica.

El OPDS es lo que ahora se llama Ministerio de Ambiente bonaerense. Ante la Unidad Federal de Investigación Medioambiental, lxs vecinxs presentaron un recurso de amparo contra la OPDS y contra Copetro. Pero nada avanza.

Desde la Asamblea denuncian la connivencia entre el Estado y la empresa. Y lo explican así: el municipio les da la habilitación a las industrias y el Ministerio de Ambiente provincial tiene que controlarlas y darles el Certificado de Aptitud Ambiental para que puedan funcionar. Pero los estudios que certifican la aptitud ambiental de la empresa los hace un laboratorio privado pagado por la propia empresa.

Ante las denuncias, Copetro sigue presentando los mismos argumentos: que el carbón de coque no es tóxico, que no es bio acumulable, que no se disuelve en agua. Pero los vecinos y vecinas siguen juntándolo en frascos, poniéndolo al sol para demostrar que esas micro partículas brillan porque tienen metales pesados. “Vos lo ponés en una hoja y le colocás un imán abajo y las partículas se mueven”, dice Natalia.

No tienen información certera porque nadie se las quiere dar. Pero barrios adentro lo saben: son muchxs lxs vecinos con asma, alergias, conjuntivitis y erupciones en la piel. La mayoría de las mujeres toma levotiroxina, un medicamento indicado para tratar problemas de tiroides.

Ante el derrotero judicial, la Asamblea recurrió a investigadorxs del Conicet. Entre junio de 2020 y marzo de 2021 tomaron muestras de los alrededores del Polo Petroquímico. El informe final concluyó que en las dos últimas décadas disminuyeron los niveles de algunas partículas en el aire potencialmente dañinas para la salud, pero destacó que superan en algunos casos el umbral “seguro” de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “pero no los de la norma provincial”, que están por encima de los valores guía internacionales. En este sentido, recomendaron a la Provincia actualizar de manera urgente esos valores.

 

La mayor dificultad con la que se encontraron fue la falta de información pública. El entonces OPDS nunca respondió los pedidos de informes que hizo el Conicet. En el informe recomiendan que tanto el organismo provincial como los municipios de Berisso, Ensenada y La Plata recopilen información “para poder realizar un análisis continuo del impacto del Polo Petroquímico en la población”. “Los datos de calidad de aire deberían ser de acceso público”, sentencian.

Pasaron dos años de ese informe pero nada cambió. Cada tanto, la Asamblea organiza acciones callejeras y mantiene activas las redes sociales con videos y fotos de lo evidente: la nube sobre las chimeneas, el hollín cubriéndolo todo.

La solución mágica que escuchan una y otra vez por parte de médicos y especialistas es “te tenés que mudar”.

“Te genera la sensación de que sos una zona de sacrificio”, dice Natalia, en referencia a ese término con el que se denomina a las regiones que están condenadas a un daño ambiental en beneficio de la actividad industrial de un país. La pregunta es ¿a qué costo?


*Natalia Arenas es periodista conurbana. Se graduó de Licenciada en Periodismo en la UNLZ y se especializó en Géneros y Movimientos Feministas (UBA) y en Raza, Género e Injusticia (UNSAM). Trabajó como redactora y editora en medios gráficos y digitales de alcance nacional. Fue conductora y productora en espacios radiales y audiovisuales. Dio clases de comunicación, talleres de radio, crónica periodística, narrativas digitales y periodismo feminista. Fue subeditora del sitio web de Diario Popular, donde impulsó el abordaje periodístico de los femicidios y la violencia contra las mujeres. Fue editora del sitio Cosecha Roja y coordinó la Beca Cosecha Roja, formación en narrativas y géneros para periodistas de América Latina. Actualmente trabaja como productora y guionista en Anfibia Podcast y colabora en otros medios. Cursa la Maestría de Periodismo Narrativo en UNSAM. Por su trabajo en Cosecha Roja en 2018 ganó el Premio Lola Mora en la categoría prensa digital. En 2022 recibió una mención especial en los premios Juana Manso.