El acuerdo con el FMI, la “guerra” contra la inflación, la marcha del 24. Escenarios que en pocos días profundizaron la crisis política del frente oficialista que comenzó luego de las PASO. El análisis de las fisuras del primer trimestre del 2022 en un frente oficialista que está roto, pero sigue siendo un frente.

Por Pablo Lapuente

 

El frente oficialista está roto, pero sigue siendo un frente. La primera fisura se expuso la tarde en que Cristina Fernández analizó la situación del gobierno nacional después de la derrota electoral en las PASO en una carta explosiva y habló por primera vez de ajuste en un gobierno peronista del que es parte, y la última, por el momento, cuando Máximo Kirchner y La Cámpora tomaron la decisión de no acompañar la continuidad de esas políticas de contracción económica, a propósito del tratamiento del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por la deuda que tomó Mauricio Macri y que es la más grande de la historia, no sólo de nuestro país sino también del organismo de crédito. Estas posturas, a todas luces irreconciliables si se tiene en cuenta la ausencia de la vicepresidenta en la sesión del Senado, y el voto negativo del expresidente del bloque del Frente de Todos en Diputados, no termina de disolver el acuerdo político que une a albertistas y cristinistas. Muchos lo lamentan, y los que lo hacen no son todos opositores, aunque sí la mayoría. 

Las lecturas respecto a esta unidad que parece estar atada con alambre, son múltiples: que los une el temor del posible regreso del liberalismo, esta vez bajo la cara dialoguista del ¿ex? amigo del presidente, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta; aunque también los puentes políticos que aún están firmes y que continúan comunicando a las distintas familias que componen el Frente de Todos, sea el camporista que integra el gobierno Eduardo de Pedro, el líder del Frente Renovador Sergio Massa, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, y también algunos de los dirigentes territoriales más relevantes como Martín Insaurralde. 

Una sociedad bonaerense con sus tensiones naturales, pero con su propia lógica e intereses. De hecho, las consecuencias de aquella renuncia de Máximo, la carta de Cristina, o los cruces discursivos encriptados entre funcionarios de un sector y otro, no llegan al río de la provincia de Buenos Aires, que aún tiene un fino equilibrio entre las distintas fuerzas. Federico Otermín, representante del intendentismo insaurraldista, es el presidente de la Cámara de Diputados; César Valicenti, el dirigente de La Cámpora del interior bonaerense continúa en la presidencia del bloque tras la salida de Facundo Tignanelli; y el lanusense Nicolás Russo lo secunda para cuidar los intereses de Massa en el bloque. 

Es así que el cuarteto Kicillof, Massa, Kichner e Insaurralde sostienen, cada uno desde roles distintos, buena parte de la estructura electoral, sobre todo del conurbano bonaerense, ese histórico bastión peronista que hoy sigue a Cristina pese a todos los avances que ha hecho la oposición para desplazarla en nombre de la república y un mejor futuro, que ya no es el que prometió Macri en 2015, sino el que promete Rodríguez Larreta de cara al 2023. 

Se vio con claridad en la multitudinaria marcha por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, que los aunó en un mismo paso desde la Ex ESMA, hoy sitio de la memoria, hasta llegar a la Plaza de Mayo donde había otras tantas agrupaciones y espacios políticos del campo nacional y popular. 

Quienes sí no estuvieron en esa caravana de la denominada unidad, y se notó, fue el albertismo, que si bien son pocos, son representativos de la voz del Presidente. De hecho, Victoria Tolosa Paz, Juan Zabaleta, Gabriela Cerruti, Cecilia Todesca, y una docena de otros referentes, posaron solos en una fotografía aislada detrás de la columna principal del Frente de Todos, en una esquina de 9 de Julio y Córdoba. Minutos antes de eso habían intentado sin éxito sumarse a la columna cristinista, pero la organización cercó a este grupo y no se los permitió pese a la insistencia de varios de decir sus nombres y cargos en el Ejecutivo. Después de varios idas y vueltas, y tensas charlas, algunos de ellos lograron sortear el vallado humano y sacarse otra fotografía protocolar con los demás. Entre las pocas que lo hicieron público estuvieron Cerruti y Cristina Álvarez Rodríguez.

Como sea, los problemas emergen, y no nos referimos a los políticos, que son tangibles y crecientes en el oficialismo, sino al real que tiene que ver con lo económico y lo social. Es decir el microclima de la crisis política, que se esconde detrás de los muros de la Quinta de Olivos, o en los extensos pasillos del Congreso y la Legislatura bonaerense, crece tanto como los datos de la inflación descontrolada y la devaluación de los salarios.

Algunos datos de la economía alarman, y no por el anuncio de un inicio de una “guerra” para combatirlos por parte de la administración Fernández. La Canasta Básica Alimentaria, que define el límite de la indigencia, quedó fijada en enero en 34.334 pesos para una familia de cuatro personas, lo que marcó un aumento del 4,2 por ciento en relación al mes anterior. La Canasta Básica Total, que además de alimentos mide los precios del transporte, la vestimenta, la educación y la salud, se ubicó en 78.624 pesos en el primer trimestre del año, un avance interanual del 3,3 por ciento, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). 

Son estas estadísticas, que se perciben aún peores si se tiene en cuenta que el país ya lleva siete años de caída del salario real, después de haber tenido los sueldos mejor pagos en dólares de toda Latinoamérica, los que tambalean la mesa del Frente de Todos y amenaza con su estabilidad. Por eso, más que buscar nuevas fotografías en el futuro, será cosa de mejorar aquello por lo que los han votado.


Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.