En un libro de poesía donde hilvana un recorrido de ida y vuelta entre las estaciones de trenes y las temporadas del año, Natalia Carrizo se propone “romper desde adentro hacia afuera” para “florecer dejando algunos inviernos atrás”. El peso de su infancia conurbana y la libertad que encontró en la escritura, entre los temas con los que la autora se define en esta entrevista.

Con una prosa amigable, que penetra las fibras íntimas de cualquier lector o lectora, en su último libro, Natalia Carrizo recorre su historia paseando por las estaciones de trenes en una conexión directa con los ciclos del año, un camino que considera “ineludible”.

Criada en el Conurbano, en esta entrevista con Cordón habla sobre la inspiración que encontró en la poesía y el lanzamiento de Estaciones, publicado en noviembre por Editorial Sudestada.

– Contanos un poco de tu historia y tu conexión con el Conurbano.

Viví la primera mitad de mi vida en el Conurbano, comiendo tutucas en los trenes entre Avellaneda y Lomas, conociendo la dureza del campo en 9 de Julio. Es el lugar donde me crié, donde mamé aprendizajes, donde conocí la amistad, donde tejí los primeros sentidos y se produjo mi primera impresión de lo real. Ahí entendí muchas cosas que hacían a la crueldad del mundo y también a su solidaridad.

-¿Cómo arrancaste con la escritura? ¿Qué te llevó a escribir poesía y qué tiene de particular para vos?

La poesía es sólo un género, el texto es el nexo. Del alma al papel y del papel, a la conexión con otras almas. Creo que el verdadero valor está en lo poético, en ese acto de la mirada que es capaz de crear y recrear la belleza, de arañarla de los lugares y emociones más recónditos e impensables.
Escribí toda la vida, no tengo un registro exacto de cuándo o el porqué. Pero la escritura me habilitó la palabra, era una persona silenciosa respecto de mis pensamientos. Cuando escribo, pongo todos mis crímenes sobre la mesa y no pido permiso por ser quien soy, no pido perdón. Fue una forma de liberación y, ahora, es un modo de libertad.

– “Estaciones” conecta las estaciones del año con las de los trenes, ¿cómo fue pensado?

Hay algo cíclico que me traen las estaciones del año y de los trenes: volver a pasar por lo mismo, un transcurrir que repite, quizá no con exactitud, pero repite; un camino ineludible. A la vez, es esa repetición la que nos permite detenernos a hallar algo nuevo, mirar con otros ojos lo mil veces visto, porque es unx quien se distingue de la persona que fue. Es unx quien, en ese mismo transcurrir, provoca lo diferente.
Y eso es un poco lo que propone el libro, romper lo cíclico aunque no se pueda romper el ciclo; romper desde adentro hacia afuera, empuñando otra lectura de las cosas.

-En una de las primeras páginas podemos ver el cartel de la estación de Lomas, que es nombrada en algunas prosas. ¿Por qué lo elegiste?

Es un barrio que tiene mucho que ver con mi infancia. En este libro, elegí dialogar con mi historia. Hacer un nuevo pacto, asumir algunos dolores, entender que las heridas que no atendemos se quedan doliendo en intentos nuevos. A veces, no queda otra que tomarse unos mates con lo que unx fue hasta crear otro entendimiento que abra algunas puertas y cierre otras.

Nostalgia

“Y esa nostalgia
que se queda pegada
a la ventana del tren
cuando se acaba
nuestro viaje”

-¿Cómo se plasma el Conurbano en tu escritura?

Es difícil esta pregunta… Quizás sea un destello de amargura en mi ojo derecho y otro de esperanza en mi ojo izquierdo.

-¿Hay algún hilo conductor en la inspiración del libro?

Estaciones es un libro de poesía que cuenta una historia. La historia de la infancia enredándose en nuestras elecciones, las sombras que se cuelan en nuestras emociones, la cartografía de nuestros dolores dibujando vías muertas por las que ya no queremos llegar al mismo lugar. Es la historia del más puro intento de volver a florecer dejando algunos inviernos atrás.

-¿Cómo fue para vos el proceso de sacar un libro en un año tan particular como lo fue 2020? ¿Tenés otros proyectos en mente? 

Fue extraño escribir desde el encierro porque hay miles de reflexiones que nos surgen del contacto con todo lo que pasa fuera de nosotros, pero también fue la excusa perfecta para escribir un libro sobre el laberinto que tengo dentro y el jardín que encontré mientras lo recorría.
Ahora, ya vibran algunos proyectos de escritura. Uno está terminado pero no sé si lo voy a publicar todavía, y otros se van sumando al escritorio, con ideas y textos. En algún momento, el hilo de la vida empieza a coserlos y se hace la magia, me respeto el proceso. Quizás, porque creo que eso de la escritura es mutuo: yo escribo el libro y el libro me escribe a mí.


Camila Jáuregui es Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Estudiante de la Especialización en Gestión de las Comunicaciones (UNLZ). Se desempeña en el área de Prensa y Comunicación Institucional de la Secretaría de Coordinación Institucional de la UNLZ. Redactora sobre Literatura Conurbana en Revista Cordón.