La polémica y el repudio que se desató por el artículo en el que el secretario de redacción del diario La Nación calificó al Conurbano bonaerense con categorías clasistas y discriminatorias despertaron, también, la reflexión sobre los prejuicios que se activan al designarlo como un territorio africanizado. En este texto, el investigador desanda esas operaciones e invita a repensar sobre qué es, realmente, el Conurbano.

Ayer, en una nota escrita por el editorialista del diario La Nación Pablo Sirvén, leímos: “Una vez más, este año la madre de todas las batallas será la provincia de Buenos Aires, ese territorio inviable en cuyo africanizado conurbano se deciden electoralmente los destinos de la Patria”. La frase encendió las redes sociales y mostró una provocación a la altura de los prejuicios de la vecinocracia. Son nefastos pero saben lo que hacen, las fibras imaginarias que tocan.

Sirvén dice que el Conurbano bonaerense se está africanizando. Nos preguntamos en qué África está pensando. ¿En el África colonizada hasta la expoliación? ¿En el África que Europa se repartió? ¿Habla del continente esclavizado y vendido al mejor postor? ¿De la África empobrecida y reclutada para participar en guerras civiles ajenas? ¿De la África despojada a través de la violencia originaria o permanente, del genocidio estetizado por las revistas como National Geographic? La africanización de África no es producto de sus pueblos originarios, sino el resultado de la civilización que defienden diarios como La Nación. Detrás de la supuesta barbarie, sigue estando la civilización, la acumulación permanente a través de la violencia, la necropolítica y los gobiernos privados indirectos financiados por el capital financiero global.    

El Conurbano no se merece ser nombrado de esa manera. Más allá de que África no es ningún insulto, lo cierto es que viviendo de La Nación no es precisamente un significante vacío, sino una frase llena de lugares comunes que disparan prejuicios en cadena. Porque la palabra África viene con pobreza, degradación urbana, economías ilegales, ferias truchas, desarmaderos, violencia -mucha violencia-, promiscuidad, enfermedades de distinto tipo, contaminación.

Usar a África como categoría descriptiva para nombrar al Conurbano implica añadirle los sentidos allí embutidos que se han ido amontonando alrededor de ese continente. 

¿Qué es el Conurbano?

El Conurbano es un lugar con historia, mucha historia. Historias de sufrimiento y alegría. Sufrimiento porque está hecho de desplazamientos forzados en busca de mejores condiciones de trabajo. Dejar a una familia atrás, a los amigos, al terruño no es fácil. No fueron desplazamientos planificados ni contenidos con políticas públicas, sino con las propias redes sociales que iban haciendo pie en el territorio.

El Conurbano es el resultado de un país que se mira al ombligo desde el puerto de Buenos Aires, que le dio la espalda a las economías del interior. El Conurbano es producto del monocultivo y el agronegocio, del proyecto industrial boicoteado por la Sociedad Rural. El Conurbano es el resultado de la falta de planificación y la especulación inmobiliaria que, cuando se queda con los terrenos, amontona y hacina a los residentes más pobres. Porque el Conurbano no está solamente habitado por villas y asentamientos, sino por muchos countries que no suelen estar declarados y tampoco pagan impuestos. De hecho, el espacio ocupado por estos barrios privados duplica al territorio tomado por los más pobres.

Pero el Conurbano, también, es el empecinamiento de no dejarse caer, no resignarse a aceptar con sufrimiento lo que les tocó. Está hecho de solidaridades y muchos compromisos que a los periodistas del diario centenario se les escapan porque miran la Argentina por el ojo de una cerradura. El Conurbano no sólo está atado a la lucha de los sindicatos y el peronismo, de la militancia juvenil de los ’70, sino de los tomadores de tierras de los ‘80, del clientelismo de los ‘90, del movimiento desocupado y fábricas recuperadas de fin del siglo pasado. También, de las comunidades eclesiásticas de base y los curas villeros y las organizaciones de derechos humanos. Acaso, por eso mismo, el Conurbano no sea un desierto. Más allá de que las redes sociales estén desfondadas, lo cierto es que sus referentes siguen revolviendo los pucheros, sosteniendo diariamente los comedores.

La africanización imaginada no cayó del cielo, es un relato tributario de la “invasión de la multitud” o del “aluvión zoológico”. Porque si se mira bien, detrás de la africanización, hay un racismo solapado, no declarado, pero que averiguamos en los muros de los countries, en la saturación policial, pero también en notas como estas. La africanización del Conurbano es la expresión de la modorra intelectual de las elites de derecha que no dejan de permear a los sectores populares a través de sus periodistas estrellas.    

A lo mejor, la africanización mencionada es el deseo íntimo de las elites y nos habla de la apuesta colonizadora de estas elites sobre la población enconurbada. Una población que hay que vigilar y controlar hasta la compartimentación, una población que hay que negrear o repatriar a su país de origen. Porque se trata de una población que, al estar “flojita de papeles”, no necesita ser declarada: puede ser evadida, maltratada y degradada hasta su deshumanización. En el uso de semejante descriptor hay una vocación colonizadora, el deseo secreto de una Argentina homogénea, es decir, blanca, misógina y canchera. Una Argentina que está dispuesta a hacer justicia por mano propia, a prescindir de las instituciones para conservar sus privilegios.


Esteban Rodríguez Alzueta es investigador de la Universidad Nacional de Quilmes. Director del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales y de la revista Cuestiones Criminales. Además, escribió, entre otros libros, Temor y control, La máquina de la inseguridad; Vecinocracia: olfato social y linchamientos, Yuta: el verdugueo policial desde la perspectiva juvenil y Prudencialismo: el gobierno de la prevención