Una mirada retrospectiva sobre las bandas identificadas con una parte de la zona sur del Conurbano que crecieron al calor de la movida que generaron en su patria chica. Las historias detrás de Los Brujos, Los Auténticos Decadentes y Los Borregos y la Curva de Turdera como punto de encuentro.

Con la vidriera que dan las redes sociales, hoy, los artistas pueden trascender velozmente las fronteras de ser sólo identificados por sus barrios de origen. Pero antes de esta era que permite conocer, en minutos, a una banda o cantante de otras provincias, había un reconocimiento e identidad de las propias raíces que marcaba su ADN musical. Una era en la que girar por los reductos locales permitía conseguir la primera ola de seguidores ajenos el entorno de los músicos para que, después, el boca en boca hiciera el resto.

En la zona sur del Gran Buenos Aires, hay muchos ejemplos de artistas que lograron ser reconocidos por sus discos y trayectoria desde la movida que generaron en sus barrios. Si nos subiéramos a un dron y descendiéramos aleatoriamente por la conocida Curva de Turdera, en Lomas de Zamora, podríamos rescatar algunas de esas historias.

Desprejuiciados y caóticos

“Nos juntábamos en Turdera, la Curva era el punto en común. Éramos de Adrogué, Banfield y Monte Grande; y yo vivía en el límite entre Adrogué, Llavallol y Turdera”, cuenta Gabriel Guerrisi, guitarrista y uno de los fundadores de Los Brujos.

La historia de esta banda es la de muchas otras nacidas de la mixtura entre dos grupos paralelos de amigos. “Éramos dos bandas que ensayábamos en la casa de Ricky Rúa, en Guillón, y surgió la idea de hacer un único show todos juntos volcando nuestras influencias -Mood, Surf, los años ‘60- porque hacíamos música dark, en boga a fines de los ‘80”, repasa Guerrisi. Los temas para esa noche especial se escribieron a toda velocidad en horas de clase mientras cada uno iba a su colegio. Kanishka, el primer hit
de la banda, surgió en esas creaciones prematuras. El show se hizo en el bar La Carpintería, que estaba ubicado sobre la calle Meeks, frente a la plaza de la estación de Temperley. La aprobación de quienes se congregaron esa noche hizo correr la voz y, ese fin de año, fueron invitados para hacer esas mismas canciones en el cierre lectivo del Colegio Santa Inés, en Turdera. Los 500 oyentes que los conocieron ahí empezaron a pedir más recitales. La Carpintería, que acostumbraba a tener bandas en vivo, empezó a llenarse cada vez que Los Brujos tocaban y fue así que las bandas originales se disolvieron para darle lugar central a la nueva. En ese mismo, lugar a fines de los años ‘80, debutaron Los Divididos y también era habitual encontrar a Adrián Paoletti y Los Apáticos, entre otros.

Guerrisi recuerda que “los temas eran desprejuiciados y todos los integrantes aportaban ideas que eran válidas”. “Éramos picantes y caóticos. Los disfraces que usábamos en los shows surgieron en los ensayos porque en el quincho de Ricky había un placard con ropa de décadas pasadas”, dice.

Con la hiperinflación que marcó el final de esa década, la producción de discos de bandas nacionales empezó a decaer. Muchas de las que ya tenían estructura para salir a tocar sintieron el revés económico. Sin embargo, Los Brujos, con “cero peso”, agrandaron su circuito a Capital en lugares under a donde llegaban en tren, disfrazados y componiendo nuevos temas arriba de las formaciones de la ex línea Roca que los dejaban en Plaza Constitución. En los inicios, estaba Morticia Flower, una cantante de Monte Grande que decidió abandonar la historia justo antes de que lanzaran su primer disco. “En la primera formación, había dos cantantes femeninas y uno masculino y las composiciones eran para ese formato, así que, ante la salida de Morticia, elegimos a Vivi Tellas (esposa de Daniel Melero, que fue su productor en ese entonces) para que grabe un par de temas de nuestro primer disco, en 1991”, relata.

La era glamorosa los llevó a ser teloneros de Iggy Pop. El empresario Daniel Grinbank los eligió para esas cuatro noches en el estadio de Obras, como solía hacer con las bandas que patrocinaba. Sin embargo, en la historia de bandas teloneras en Argentina, Los Brujos tuvieron un paso más que interesante.

“Por lo general, el artista soporte era maltratado por el público (las alabanzas incluían escupitajos y arrojar cosas al escenario) y éramos muy jóvenes para un escenario grande. Desde el primer show, sentimos que la rompimos y una noche subimos de nuevo a hacer otro tema. Era un set de 15 minutos y hasta Iggy Pop nos vio una vez por consejo de su guitarrista. Después, en el camarín, nos felicitó e hizo uno de sus shows con una remera de la banda”, evoca Guerrisi sobre esos años de explosión.

El fin de esa primera etapa llegó producto del cansancio generalizado. Hacían un show con gran despliegue físico mientras preparaban el cuarto disco junto a Gabo Manelli, que después estuvo en Babasónicos, y así se fue disolviendo el entusiasmo y las canciones quedaron guardadas en un cajón. Recién entre 2012 y 2013, tras un reencuentro de Guerrisi con Rúa, decidieron terminar el disco. Surgieron canciones nuevas y si bien pensaban sólo en editar el disco para culminar la obra, la discográfica Sony les pedía que promocionen el material con shows en vivo.

“Cuándo enchufamos los instrumentos todos juntos para volver a ensayar, nos dimos cuenta de que la relación estaba intacta; ya más grandes, pero la conexión estaba. Fue muy emocional porque Ricky se enfermó y decidió, pese a todo, seguir con los shows y ensayos. Fueron tres años disfrutando cada presentación como si fuera la última. En la última que preparamos con él, no pudo estar, pero la hicimos igual para cumplir su deseo”, repasa Guerrisi sobre la segunda etapa de la banda.

Hoy, Los Brujos preparan su nuevo disco tras renovar energía por la partida de Rúa. Autodefinidos como de “la vieja escuela”, piensan un disco con doce canciones como obra completa. Así los encuentra la actualidad.

Conurbano auténtico

Si hay una banda muy identificada con zona sur, es la sociedad de Los Auténticos Decadentes. Sin embargo, entre sus integrantes los hay oriundos de otras partes del Gran Buenos Aires, como Ramos Mejía y Lomas del Mirador, en el oeste, y Olivos y Martínez, de zona norte.

A mediados de los ‘80, Diego de Marco, guitarrista y compositor de Temperley, integraba la banda Puñalada Correntina y Pablo Armesto, de
Adrogué, estaba en Los Perritos Cantores. Ambas eran parte de la movida punk y under. Tras unas vacaciones en Brasil, Armesto conoció al percusionista Gastón Bernadou y, a partir de ahí, empezó a gestarse la unión de los dos sureños al proyecto Decadente.

El francés, como se lo conoce a Bernadou, recuerda que el sur del Conurbano estuvo siempre presente en los shows. “Mucha gente de la zona nos venía a ver a Cemento porque ya conocían a Diego y Pablo. Tiempo después, tocamos tres o cuatro veces para que se reabriera el Club Temperley en la época en que se decretó la quiebra. Tocamos en la plaza frente a la estación usando las escalinatas donde están los cañones para montar el show, en La Carpintería y en la puerta de club. Cuando finalmente se reabrió, hicimos un show ahí mismo. Debe haber sido en el ‘94 o ‘95 y, en esa oportunidad, lo llevamos a Alberto Castillo para que cante”, dice ahora sobre el crossover tanguero de Siga el baile que ya es parte del cancionero popular.

Por esa época, De Marco vivió un tiempo en Turdera, donde alquiló la casa de Pato Ciancio, amigo de la banda, y ahí nació el tema en tiempo de bossa nova que lleva el nombre de la localidad. A fines de los ‘90, el propio francés se mudó a esa casa y recuerda haber conocido a muchos músicos de la zona: “Iba a los ensayos de los Borregos Border y la J.P.A y también estaban Los Dragones de Nano. En el tren, más de una vez me cruzaba a Los Brujos, que iban disfrazados y componiendo. Yo no soy de zona sur originalmente pero tenemos mucha identificación con el Gran Buenos Aires en general. La canción Turdera habla de un barrio tranquilo que representa a gran parte del Conurbano”.

Ghetto territorial

“El francés vivió a cuatro cuadras de nuestra sala de ensayo, que empezó siendo un quincho y, hoy, es nuestro propio estudio donde componemos y grabamos”, cuenta Janson Cruses, vocalista y trompetista de Los Borregos Border.

La banda se inició en 2002, en Turdera, pero, antes, Janson pudo hacer una gira por Uruguay con La Vela Puerca. En su vuelta al barrio, ya tenía en su cabeza crear su propio estilo. “Siempre estuve muy arraigado a mi
localidad y a zona sur. Soy muy territorialista. Primero, nos bautizamos Las Personas y, al principio, los integrantes venían de otras bandas y no tenían tanta disponibilidad como para hacer giras”, dice.

Con la ayuda de Jorge Gavilán, hoy manager de La Berisso, Los Borregos desembarcaron en Petecos para hacer varios shows. De la familia y los amigos como base de seguidores, se fue sumando más público. “Cuando fuimos a Mendoza, tocamos en un festival junto a Las Pastillas del Abuelo, Karamelo Santo y Divididos. La gente no conocía ni nuestro nombre pero, al tercer tema, explotaba todo y pedían más canciones. Fue un momento de mirarnos en el escenario y sentir un logro importante”, dice.

Janson recuerda otras bandas de la zona, como la de Juan Pablo Antico, J.P.A, que “hacía reggae en las plazas de Almirante Brown”, la metalera Headroom, que hoy es Amper, La Garufa Rock and Roll y la reciente Flor de Lagartos, que lidera una chica.

Hoy, Los Borregos Border preparan su nuevo disco que se llamará Pandemonium, aunque aclaran que el nombre fue elegido previo a la pandemia, e incluirá temas nuevos y otros que quedaron rezagados de trabajos previos. “No nos pusimos a pensar en un disco con hits, pero son canciones que nos gustan y queremos grabarlas como una bisagra artística en el grupo”, anticipa Cruses. Con nuevos rumbos, pero con el barrio siempre cerca.

Sergio Secchi es Licenciado en Periodismo de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. En Radio Nacional realizó tareas como cronista, columnista y corresponsal para la AM 870 y conductor en Nacional Rock 93.7. Actualmente conduce «Ensayo Abierto» por Radio Conurbana.