La pandemia obligó a los espacios culturales y teatros independientes a cerrar sus puertas y a sostener la actividad artística y docente a distancia. ¿Cómo se abastecen económicamente? ¿Cuánto pierden las artes escénicas en la virtualidad? ¿Cómo juegan las emociones a través de una pantalla? Diferentes experiencias de un sector que se tuvo que reinventar.

La producción teatral independiente en barrios y ciudades del Conurbano sur viene creciendo desde hace décadas. Hace tiempo que no es necesario cruzar el Puente Pueyrredón para acceder a una buena y variada oferta cultural. Además de las producciones propias, algunos espacios sumaron a sus carteleras espectáculos de la calle Corrientes. Y muches artistas y elencos locales saltaron a la escena nacional.     

Pero, como muchas otras, la industria cultural se vio afectada por la crisis económica de los últimos años y para los espacios del Conurbano -que funcionan como cooperativas, reciben subsidios y se mantienen con talleres, seminarios y cursos- fue difícil sobrevivir. Las crisis siempre traen un ajuste en los gastos de las familias. Y la cultura suele ser la primera afectada: se reducen las salidas; o si hay que elegir entre las clases de inglés y teatro, se suele optar por el inglés.  

A las salas que lograron mantenerse en pie durante los últimos cuatro años haciendo malabares, el 2020 los sorprendió con una pandemia que, hasta ahora, sólo puede prevenirse con medidas extremas de higiene y distanciamiento social. ¿Cómo cortar tickets si el teatro no es considerado una actividad esencial? ¿Cómo sostener un espacio cultural con las puertas cerradas?

Reinventarse en la virtualidad

El Banfield Teatro Ensamble es uno de los espacios culturales más reconocidos de zona sur. Tiene más de 20 años y en sus instalaciones de Larrea 355 cuenta con cuatro salas, una escuela de artes y un resto bar.

“Desde marzo, todos los espectáculos los armamos en formatos especialmente pensados para transmitirse por video vía Youtube”, cuentan desde la compañía. Después de varios meses de trabajo, lograron sostener semanalmente todas sus producciones escénicas habituales en Internet. Hacen transmisiones en vivo y también utilizan plataformas, como Zoom, para ensayos y clases online.

Una buena en pandemia: al Ensamble, la virtualidad le permitió llegar a otros públicos, de otros lugares del país y el mundo. Pero no es lo mismo. “Creo que la experiencia de sinestesia que se produce en el teatro, donde las acciones internas que produce el actor se reproducen en el cuerpo del espectador, no tiene sustitución en ningún medio audiovisual”, opina Nelson Valente, director del espacio.

Además del pase total a la virtualidad y la transmisión de sus espectáculos vía streaming, apostaron a diferentes propuestas de compra futura. Así, crearon el “Club de Amigos del Ensamble” para asociarse y obtener beneficios exclusivos cuando puedan reabrir las puertas.

La compra futura es una iniciativa que incorporaron, por ejemplo, muchos comercios gastronómicos. Y apela a la clientela más fiel: el mensaje es ayudanos ahora, que es cuando más te necesitamos.

Los primeros meses del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) detuvieron muchas actividades con fines de lucro. Pero las facturas de los servicios y los contratos de alquiler siguieron tan activos como antes. Para poder solventar esos gastos, muchos espacios tuvieron que apelar a los subsidios nacionales, provinciales y municipales. Es el caso del teatro La Rueca, de Monte Grande, Esteban Echeverrría, que venía trabajando en ese tramiterío desde el año pasado y tuvo que acelerarlo con la pandemia.

Teatro La Rueca

“Este contexto nos hizo cerrar medio teatro”, cuenta Mariana Agüero, de La Rueca. Elles consiguieron un subsidio del Ministerio de Cultura de la Nación y otro del Consejo Provincial de Teatro Independiente. Con ese dinero, pudieron subsistir estos meses, pero no sin resignar una de las dos salas. La idea es vender todo el mobiliario que ya no usan y, con ese dinero, seguir sosteniendo la sala principal. “Es tremendo estar hablando de esto -reconoce Mariana- pero por suerte estamos hablando de esto y no de un cierre definitivo”.

En La Rueca -Alvear 483, Monte Grande- también hubo un traspaso a la virtualidad. Pero no en la programación de espectáculos -que quedó un poco en stand by– sino en los talleres, la mayor entrada económica del espacio. 

La transición no fue nada fácil. “Estábamos muy preocupados por esta gran contradicción de teatro virtual que no entraba en nuestras cabezas prepandemia. Porque, justamente, el teatro es el encuentro de los cuerpos y, en momentos en que no nos podemos encontrar, hay que resignificarlo”, dice Agüero. ¿Cómo tomar clases de teatro si no podemos tocarnos ni compartir un espacio común? 

“En la virtualidad se pierde el simultáneo, el todes juntes, el escuchar y sentir la respiración del otro al lado”, dice Agüero, y reconoce que “eso que se pierde, no se reemplaza”. Pero surgen otras herramientas para trabajar: “Aparece la multiplicidad de medios y de recursos para la creación”.

No todes les alumnes se adaptaron. Algunes quedaron en el camino y prometieron regresar con la “nueva normalidad”. “Lxs que se quedaron respondieron en su mayoría muy bien, sintiendo estos encuentros como un espacio de resistencia: nos estamos sosteniendo entre nosotrxs y estamos sosteniendo a La Rueca”. Y, en ese sostén, piensan y crean nuevas maneras de hacer teatro.

Mucho de eso hay también en El Dispa, un espacio cultural en Lanús Este sostenido por la autogestión. Elles también adaptaron los talleres de teatro, música, letras y plástica a la virtualidad, con excepción de los juegos teatrales para niñxs, que esperan retomar cuando vuelvan a abrir las puertas.

En marzo, El Dispa fue beneficiado con el Plan Podestá, del Instituto Nacional del Teatro, una ayuda económica de emergencia para las salas independientes que ya estaban subsidiadas por el organismo. “Ese apoyo -cuenta Mariana Ortiz Losada, una de las responsables del espacio- sirvió para solventar los gastos de los primeros meses de la pandemia. Nosotras decidimos transferirlo a la comunidad de alumnes y becamos el 50% de la cuota de todos los talleres mientras duró el dinero de esa ayuda”.

La actividad puramente artística estuvo parada en El Dispa hasta las vacaciones de invierno, cuando decidieron experimentar en lo audiovisual. Así surgió “Las Payasas Rockeras Streaming Tour”, el primer programa de tele rockero y feminista para chiques. En vacaciones, salían al aire por Zoom todos los días. Ahora, se puede ver los jueves a las 17.

“Nos aventuramos a un universo desconocido, y hoy, luego de veinte programas, creo que podemos decir que fue un enorme acierto y un hallazgo creativo”, dice Ortiz Losada. En estos últimos meses de pandemia, el teatro se convirtió en un estudio de televisión. “No sólo suma a la sustentabilidad de nuestro teatro, sino que nos ha devuelto parte de los que es nuestra profesión: estamos actuando, escribiendo guiones, dirigiendo, inventando contenidos”, destaca.

“El encuentro sucede. Se cruzan abuelas con nietas, tías con sobrinos, todes juegan juntes, nos envían videos. Inventamos un aquí y ahora, donde, de algún extraño modo, el encuentro es real y terminamos cada jueves bailando y cantando cada une desde su pantallita”, cuenta. 

Como buena teatrera, para Ortiz Losada esta salida tampoco es comparable al hecho teatral. “Creo fervientemente que el teatro ha dejado de suceder. Esta exploración sobre otros lenguajes, como puede ser el audiovisual o la interacción desde la virtualidad, no reemplazan al teatro, son otra cosa. Pero es el encuentro posible, dado todo lo que estamos atravesando”, dice.

Esa red sí se puede ver

En los diferentes distritos del Conurbano hay experiencias colectivas que surgieron antes y después de la pandemia: espacios culturales, artistas y compañías que se juntan para intercambiar estrategias, compartir vínculos y sentires ante la crisis.  

A nivel provincial, se armó algo mucho más grande. La Red de Salas Teatrales de la Provincia de Buenos Aires empezó con una reunión de cinco salas. Después, fueron 30. Ahora, cuatro meses más tarde, son más de 100 salas, que nuclean a más de 1.000 trabajadores, albergan la producción de más de 85.000 artistas y reciben a más de 300.000 espectadores.

Desde la Red, surgió algo histórico: el Primer Censo Provincial de Salas Independientes. Y ya están trabajando en diversos temas encuadrados en dos ejes: un Plan de Preservación de Salas, para que ningún teatro se vea forzado al cierre en todo el territorio bonaerense, y un Plan de Reactivación, para ir preparando el camino para cuando puedan volver a abrir.

“Esta pandemia va a pasar y nosotres, las salas, les artistas populares, vamos a estar ahí, abiertxs al abrazo, al intercambio y al encuentro, cumpliendo el rol que, en la mayoría de los casos, el Estado no llega a cubrir; habitando con nuestros teatros cada barrio y pueblo, desplegados por toda la provincia de Buenos Aires”, cierra Ortiz Losada. 

Para Agüero, este es un momento histórico para las artes escénicas y las salas teatrales: “Nunca fuimos pensados como parte esencial del entramado social. Ahora es el momento de que nos vean porque, si no, no nos van a ver más”.


Natalia Arenas. Foto: Facundo Nívolo

Natalia Arenas es periodista conurbana y feminista. Se graduó de Licenciada en Periodismo en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y se especializó en Géneros y Movimientos Feministas, cursando dicha diplomatura en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó como redactora y editora en medios gráficos y digitales de alcance nacional. Fue conductora y productora en espacios radiales y audiovisuales. En el campo de la comunicación ocupó cargos de coordinación de prensa en el ámbito estatal y gubernamental. En el área docente, dio clases de Comunicación, talleres de radio, crónica periodística y narrativas digitales. Fue subeditora del sitio web de Diario Popular, donde impulsó el abordaje periodístico de los femicidios y la violencia contra las mujeres. En 2016 fue becaria de la Beca Cosecha Roja, formación en narrativas, violencias y feminismos. En 2018 ganó el premio Lola Mora en la categoría Prensa Escrita en Medios Digitales. Actualmente escribe en el medio Cosecha Roja, donde fue editora durante dos años, y colabora con otros medios nacionales y latinoamericanos.