Trovadores del Conurbano

Con un cuarto disco ya publicado, Manu Hattom se consolida como uno de los trovadores del Conurbano con mayor proyección sobre la escena musical argentina. En un encuentro con Cordón, habla de sus orígenes, la importancia de los músicos de la zona oeste que lo precedieron, y de las dificultades que tienen los artistas independientes del Gran Buenos Aires para tocar en vivo.

“Temporada Alta es un disco optimista. Un disco pop con canciones optimistas. Me llena de alegría y me gusta escucharlo”, suelta Manu, mientras termina de acomodar su bici turquesa para sentarse a charlar con Cordón.

Es habitual que un cantautor joven enumere a Charly García, Luis Alberto Spinetta y Fito Paéz, entre los artistas que lo influenciaron a dedicarse a la música y a componer canciones. Lo que no ocurre a menudo es que, seguido a la nómina sacra del rock argentino, también mencione a colegas surgidos de la misma geografía local que le tocó (y le toca) habitar. El oeste del Conurbano Bonaerense.

Manu Hattom reconoce entre sus influencias a Guillermo Berezñak, Nicolás Martín, Coiffeur (Guillermo Alonso) y Juanito el Cantor, de quienes dice haber aprendido mucho, con cosas puntuales que estos artistas emergentes le transmitían cuando era un adolescente y tenía sus primeras bandas con amigos del barrio, en Haedo: “Me da la sensación que hay algo relacionado a la canción en Haedo, Morón, Castelar, Ituzaingó. Yo crecí escuchando a los músicos de la generación que, por decirlo de alguna manera, me precedió: Nico Martín, Juanito, Guille Berezniak, Coiffeur, Árbol, que fueron los que más la pegaron. Me parece que nos enseñaron mucho con cosas puntuales del arte independiente y yo mamé un poco eso. Además del fanatismo que tengo por Charly, Spinetta, Los Abuelos. De mi infancia tengo el recuerdo de levantarme todos los domingos a la mañana, mis viejos baldeando una casa grande, italiana, escuchando Baglietto, Sui Generis, Charly”.

Foto: Federico Martín

La casa estilo italiano (habitaciones ambientes de ambientes frescos y techos altos, patio interno grande con plantas que regaban los abuelos) de la que habla Manu estaba ubicada en Haedo, y fue el lugar en el que convivió con la música desde muy chico.

“Mi vieja cantaba folklore y de joven tuvo una carrera fugaz en la que le fue muy bien, pero que tuvo que interrumpir porque mi abuelo tenía un pensamiento arcaico y no quería que su hija se dedicara a eso. Mamá era muy chica y tuvo que abandonar”, se lamenta, aunque reconoce que esa breve trayectoria dejó en la casa familiar un contexto estimulador, proclive a que las nuevas generaciones tuvieran una relación natural con lo musical. “Cuando tenía 14 años mi hermano Seba, que me lleva 8 años, tenía un grupo, y un día me dijo si podía tocar unas notas en el teclado. Ahí arranqué a tocar con ellos. Después empecé a cantar y no paré más. Tomé unas clases de canto, agarré la guitarra en mi cuarto, aprendí solo, toqué con mi hermano y después formé mis bandas. En 2007 hice mi propio grupo, que se llamaba ‘Los mapaches’ y después, en 2013, empecé a salir a tocar solo, a armar un proyecto con canciones que hablaran un poco más de mí”.

Cordón: En tus canciones está bastante presente la idea de trasladarse, de tener que viajar, algo que los habitantes del Gran Buenos Aires tenemos incorporado en nuestro modo de vida. A cualquier lugar donde vamos, necesitamos viajar ¿Tiene que ver con eso?

Manu Hattom: Tengo la sensación de que esto viene de hace mucho tiempo, cuando a los 14 o 15 años me fui de mi casa por primera vez y tuve una suerte de convertirme en una especie de nómade. Me fui a vivir con mi papá después de ir con un amigo, estuve con mi abuela, me fui a lo de mi vieja de nuevo, después con otro amigo, con mi primo. Creo que empecé a encontrar una especie de confort en los lugares. Podía estar en muchos lugares a la vez, se me hizo como una especie de necesidad viajar y estar yendo de un lugar a otro.  Viajé mucho a Rosario, en algún momento de hecho pensé en mudarme allá. Si lo cuento en horas, para los que somos del Oeste, para ir a trabajar o para ir a tocar es mucho, pero creo que tiene que ver con eso: ya desde chico empecé a moverme y encuentro cierto confort en los viajes, ya sea de tren, de bondi, o yendo a otras provincias a tocar, de gira. Me gusta mucho viajar.

C: Tu último disco, Temporada Alta, fue compuesto entre Ramos Mejía, que es el lugar donde vivís; Haedo, que es tu barrio, y Escobar, donde también grabaste una parte. ¿Cómo es componer canciones en distintos lugares del Gran Buenos Aires? ¿Influye en algo el entorno en el que te encontrás a la hora de componer?

MH: Cuando llegamos a Escobar, yo ya tenía las canciones en un 80 por ciento compuestas, así que fue empezar a materializar las ideas que tenía y a hacer las maquetas de esas canciones. En general, las canciones que están en el disco las compuse en Ramos, me sirve mucho estar ahí. Empiezo a construir las canciones a partir de una idea, una melodía, un estribillo, y las termino cuando vuelvo al Conurbano y estoy en mi casa, en mi lugar más íntimo. Ahí trabajo las canciones en el sentido de darle vida. En Capital también compuse canciones, no voy a decir que no. Si me muevo de un lado a otro, compongo canciones siempre en un lugar nuevo, en alguna oportunidad donde pasa algo, donde aparece una energía que me hace activar.

Conurbano y Harry Potter

Quienes estén atentos a las letras de las canciones de Manu Hattom podrán percibir fácilmente los guiños permanentes que hay a las lecturas que acompañaron su adolescencia, y a las inquietudes políticas y literarias que lo acompañan en la actualidad.

C: Si bien en tus letras hay un componente personal muy elevado, también está presente la ficción, o al menos las lecturas de historietas, literatura fantástica y novelas: ¿Cómo es eso de meter una ficción dentro de una canción?

MH: Cuando empecé a escribir mis propias canciones buscaba algo más poético, más abstracto, que yo creía que embellece más a la literatura de las canciones. Con el tiempo me di cuenta que eso no me gustaba tanto y que realidad quería escribir algo más mío, relacionado conmigo. Yo soy muy fanático de Harry Potter por ejemplo. Me pareció que estaba bien incluir esas cosas en las canciones. En la canción para mí es muy difícil construir cosas que no me pasen, entonces trato todo el tiempo de personificarlo un poco. “En verano” por ejemplo, que no es una ficción, en un momento digo que “el peronismo es lo mejor”. Es decir, me gusta llevar ideas de mi día a día a mis canciones. La anécdota es cierta, no está construida desde una ficción. Pensé en que eso había pasado y que quería ponerlo y en un momento con mis amigues cuando estaba a punto de grabar nos sentamos y tratamos de analizar la frase, y ellos me decían “bueno, es lo que sos vos”. Yo no puedo dejar de decir lo que pienso. Me parece que está bien, si me gusta Harry Potter y si pienso que el peronismo es lo mejor, decirlo en una canción.

C: Contanos cómo te invita a tocar Fito Páez y como se termina cantando “El Herido” en tu último disco.

MH: Fue una locura, apareció de una forma muy extraña. Yo estoy muy atravesado por su música y tengo mucha influencia de él en mis canciones. Un día estaba en la casa de una amiga que es escritora y estábamos cantando. Ella filmó una historia para Instagram, y Fito, a quien le había gustado mucho su último libro, le escribe diciéndole que le encantaba lo que tocaba y preguntando quién era yo. Ella le dijo que escuchara mi disco. De ahí pasaron como cuatro meses y Fito le dice que le había encantado. Lo agrego y él me agrega; le mando un mensaje diciéndole que había escuchado tal y tal canción, que me había gustado mucho y que lo felicitaba. Me responde «Manu, ¿cómo estás? Qué bueno que te gustó el disco, yo escuché tu disco Autopistas, me encantó, ojalá que nos veamos pronto» Bueno, de una. Pasaron otros cuatro meses y en un momento me dice que estaban ensayando en los ensayos de “Ey” de los 30 años en el Luna Park, y que fuera al ensayo así nos conocíamos. Fuimos a “Unísono” el estudio de Cerati, y lo conocí a Fito ahí laburando. Un verdadero genio, una masa lo que labura. Y una de esas noches, me invita otra vez al estudio, me cuenta que tenía un show en La Trastienda y me ofrece ir para cantar juntos una canción mía.

C: ¿Cómo ves a la escena musical indie? ¿Pensás que es exagerado incluir dentro de ella a ciertas bandas que ya trascendieron ampliamente lo independiente? 

MH: Para mí lo indie tiene que ver con ser independiente, manejar tu propio negocio, y no con un estilo de música o con algo estético. Creo que hemos avanzado mucho con el tema a partir de las redes sociales, en el sentido de que ya no es tan necesario firmar con una productora. Antes era mucho más difícil, hoy podés hacer todo vos, tener tu kiosco. Igual está bueno lo del colectivo. De hecho hace un par de meses me junté con Juanito el cantor, que yo no lo conocía. Me invitó a su estudio y estuvimos charlando. Con los artistas que hay en el Oeste, Juanito, El Chávez, tenemos mucho contenido para generar fechas entre nosotres. Por otro lado, mucha gente me escribe y me dice que quiere ir a tocar al oeste y yo también quiero ir a tocar al oeste, pero no sé dónde. Hay un mercado que, a menos que traigas una banda mainstream, tenés que caer en lugares donde tenés que vender 50 entradas a 200 pesos para poder tocar, y eso no va. No hay espacios para montar un show de rock. Ahora por ejemplo voy a Bahía Blanca y me pagan hasta los pasajes. En cambio acá en el Conurbano… estoy hablando de que ganen menos, loco, esa mentalidad… Por eso siempre terminamos tocando en Capital.

C: A las bandas del Conurbano les termina cerrando tocar en Capital.

MH: Y sí. Invertiste todo el día de laburo, cargaste los equipos, llegaste, tocaste, te vas a tu casa a las dos de la mañana con una luca y media o dos, bueno, joya. Después de todo el día de laburo, es lo que te da de vivir.

C: Pero si hay lugares que les cobran cinco o diez lucas a las bandas para poder tocar es porque hay pibes que lo pagan.

MH: Es que si tenés 20 años querés salir a tocar, ya fue. Venden las entradas, no se llevan un mango y el bolichero se llena de plata. Las ciento treinta o ciento cincuenta personas que van consumen en la barra, dejan toda la plata de las entradas y los músicos se terminan llevando dos lucas para repartir entre cinco. Es una estafa. En general, esa es la mirada del bolichero frente al artista. Hay pocos lugares que se salvan: un lugar muy bueno es Pompeya, que queda en Castelar. Es el único bastión que todavía podemos preservar. Ahora se puso de moda un lugar que se llama Local y te tratan de diez. La manera en la que tratan a un artista te cambia el show. Cuando te traen una pizza con el queso mayonesa ese y te dan dos tickets para una cerveza que venden a cien pesos… Todo bien con la cerveza de cien pesos, pero dale chabón, estoy acá hace ocho horas. Porque vas a las seis de la tarde y te quedas hasta las tres de la mañana. Me parece que tenemos que evolucionar, se tienen que construir espacios desde este punto de vista crítico.